El muerto solo no dice nada, la separación de sus partes nos introduce en el contexto en el cual se produjo la muerte, el detalle y tratamiento que tuvo su ejecución y lo dilatado que se vuelve el proceso de reconocimiento. La obra recurre a tres recursos técnico conceptual, convirtiéndose en un descarnado retrato del estado de crisis y ambigüedad en que se ha instaurado nuestra sociedad producto del proyecto de lo moderno; la muerte, a fin de cuentas es el resultado definitivo donde todos nos encontramos y por ello rescatar su color, su estructura y su repetición de una manera respetuosa y sólida convicción sensible del objeto plástico, se convierte en una simulación crítica, pero también en una apología con marcadas distancias de la representación, la naturaleza y la belleza. Belleza, arte, naturaleza, muerte dan sustento a una estética del cromo necrófilo, que como toda estética es inherente a la sensibilidad humana.